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HISPANOZILIE
22 novembre 2013

La España de la Reconquista

A comienzos del siglo XI, la Península Ibérica se halla muy fragmentada en diferentes territorios. En la España musulmana, a la muerte de Almanzor, primer ministro del califa Hixam II, que había frenado el avance de los reinos cristianos, comienza la desintegración del califato y su fragmentación en pequeños reinos de taifas, como las grandes de Zaragoza, Lérida, Toledo, Badajoz, Sevilla, Córdoba y Murcia, acompañadas por otras de menor extensión.

En el norte peninsular, el territorio cristiano se halla también dividido. Algunas regiones son reinos o están en proceso de serlo, como Galicia, Asturias y León, Castilla, Pamplona y Aragón, mientras que otras son condados, como los de la Marca Catalana, Sobrarbe y Ribagorza. La frontera entre musulmanes y cristianos deja, en estos momentos, dos grandes áreas todavía despobladas, al sur del Duero y en su cabecera.

La España medieval musulmana cuenta ya con una fuerte impronta islámica, que se refleja fundamentalmente en sus casas. Éstas reflejan el carácter íntimo de la vida familiar. Las prescripciones islámicas sobre la reclusión de las mujeres y el papel central de la familia hacen de la casa un espacio cerrado al exterior, con muros totalmente blancos, sobrios y sin apenas adornos. Sólo puertas y ventanas rompen la desnudez de la fachada y ofrecen alguna concesión ornamental. Las celosías de madera, que cubren ventanas y balcones, permiten ver la calle desde el interior, pero lo ocultan a las miradas indiscretas. Son también entradas de aire fresco.

Buena parte de la vida familiar sucede en las terrazas, donde se ponen las ropas y los alimentos a secar o se recoge el agua de lluvia. Las casas de las familias más pudientes estaban organizadas en torno a un patio central, generalmente de forma rectangular. A los cuatro lados del patio se abren arcadas, que dan acceso a las salas, alcobas o dependencias. Es este el ámbito femenino, conocido como harim, espacio sagrado prohibido a los varones de fuera de la familia.

Muy importante también es en el mundo islámico el baño público o hammám, uno de los centros principales de la vida social. Actividad de carácter ritual, la higiene del cuerpo era considerada un acto de purificación religiosa. Sin embargo, el baño era también un lugar de reunión, de descanso y de relación. En general, los baños árabes solían contar con distintas estancias, como vestuario, las salas de agua fría, templada y caliente, y el hornillo. La sala principal, que ocupaba el centro, era la templada. Es también la estancia más grande, y donde la gente pasa mayor cantidad de tiempo. En la sala central, a la que se accedía tras pasar por las salas de masaje o sudoración, se descansaba, se bebía o se daban los últimos retoques de maquillaje o peinado.

Por lo que respecta a la España cristiana, buena parte de la vida económica, social y cultural de las gentes medievales se articulaba en torno al monasterio. Desde finales del siglo IV, el ideal de vida ascético promovió la multiplicación de fundaciones, con el objetivo de difundir la vida espiritual entre las poblaciones rurales. El edificio principal del monasterio era la iglesia, más o menos grande dependiendo de las posibilidades de la comunidad. El claustro, con jardín y fuente, es el centro de la vida monástica. En los scriptoria, los monjes amanuenses se dedican a copiar textos. Los libros se conservan en la biblioteca. Autosuficientes, los monasterios disponían de huertos y granjas. Para trabajar en ellos, contaban con el servicio de campesinos dependientes, pues los monasterios actuaban como grandes propietarios o señores.

Los reyes cristianos aún se encuentran en el camino de consolidar su poder, pues para los nobles el rey es casi como un noble más, un primus inter pares, el primero entre los de igual rango. Las jóvenes monarquías se esfuerzan por engrandecerse y permanecer como institución, para lo que comienzan a levantarse conjuntos palaciegos mediante los cuales el rey manifiesta su grandeza. Uno de los más notables es el conjunto palatino ordenado levantar a mediados del siglo IX por Ramiro I, rey de la joven monarquía asturiana, en el Monte Naranco, próximo a la capital del reino, Oviedo. Pensada como área de recreo, las crónicas aluden a que se construyeron una iglesia, palacios y baños. Sólo la iglesia, San Miguel de Lillo, y el palacio real, Santa María del Naranco, fueron realizados en piedra, por lo que son los únicos edificios que aun quedan en pie. El palacio de Santa María del Naranco fue concebido como un edificio lúdico, de recreo, escenario de un ceremonial propio de la corte asturiana. Muy poco después, sin que sepamos porqué, fue destinado a fines religiosos y consagrado como iglesia.

Las relaciones entre los reinos cristianos y musulmanes pasaron por distintos periodos. Durante los primeros siglos, al-Andalus, la España musulmana, fue muy superior a los pequeños reductos cristianos. La situación cambió a partir del siglo XI, cuando los reinos cristianos comenzaron a ganar terreno, en un largo proceso conocido como Reconquista.

Durante los cinco largos siglos que duró este proceso se alternaron periodos de lucha y paz, de avance y retroceso. Fueron también frecuentes los cambios en las alianzas, así como las guerras civiles. Muchas veces el objetivo de las campañas era hostigar al rival. Se trataba de demostraciones de fuerza, razzias o expediciones rápidas emprendidas para capturar botín o esclavos. Aunque no se ocupaba terreno, se obligaba a las poblaciones sometidas a pagar impuestos o parias, a cambio de protección y de la garantía de no ser ocupadas.

Los reinos de taifas y las invasiones almorávide y almohade supusieron el renacer de la cultura y el arte islámicos, con magníficas obras monumentales como la Aljafería de Zaragoza y la Giralda y la Torre del Oro, ambas en Sevilla. También los reinos cristianos experimentaron momentos de gran eclosión cultural, con la creación de las primeras universidades y los grandes movimientos artísticos correspondientes al románico y al primer gótico, responsables de magníficas catedrales como las de Santiago de Compostela o Burgos, entre otras muchas. El Camino de Santiago comunica el norte peninsular con el resto de Europa, y es la vía de unión más importante del mundo europeo medieval, una cadena de transmisión cultural cuya trascendencia llegará hasta nuestros días.

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